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Desde que existe internet no concibo el tsunami de analfabetismo que nos rodea y, por ende, el grado inimaginable de manipulación que se esconde detrás. Antaño, cuando para ser culto tenías que leer periódicos, libros y revistas, acudir a conferencias, al teatro, al cine, a museos y galerías de arte y a la ópera y procurar mantener conversaciones sustanciosas con eruditos, entiendo que muchísima gente, la mayoría, prefiriera quedarse en el confortable mundo de la ignorancia, porque todo eso suponía un esfuerzo y un gasto enorme.

Pero hoy en día ser culto es un chollo, está al alcance de cualquiera que pague una conexión a internet y tenga un ordenador sencillo o un teléfono móvil. Toda la sabiduría del mundo está a un clic de distancia y un ratito de atenta lectura. Esta reflexión viene a cuento de la ola de incendios que está sufriendo España este caluroso verano. ¿Cuándo ha sido fresco el verano en la mayor parte de este país? ¿Cuándo no ha habido incendios? Pues para saberlo a ciencia cierta basta entrar a consultar los registros gubernamentales desde 1961, un panorama suficiente para darse cuenta de que este no será el verano más infernal de la historia para nuestros bosques, por mucho que tuiteros, telediarios y tertulianos malintencionados nos lo repitan hasta el aburrimiento.

Para muestra, un botón: en lo que llevamos de 2022 se han producido unos cinco mil incendios que han quemado casi 70.000 hectáreas. En 1985, verdadero año infernal para la naturaleza, se contabilizaron más de doce mil con una pérdida de casi 500.000 hectáreas. Años después –entre 1995 y 2005– se registraron más de 25.000 incendios cada año. Así que, más leer y menos seguir como borregos al gurú apocalíptico de turno.