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Creo que jamás un partido político me llamará para reclutarme. Es más, les aseguro que no ocurrirá. Guarden este artículo para echármelo en cara. En las tres décadas largas que llevo en esto nunca he sido tentado por ninguno. No tengo amigos políticos y mi trato siempre ha sido profesional. Cuando he requerido una información he llamado y cuando ha terminado la legislatura y se han marchado a casa les he vuelto a llamar para desearles suerte.

Sin más. Supongo que la falta de posicionamiento me convierten en un tipo poco de fiar para la clase política en general. Años atrás cuando los alcaldes no tenían jefes de prensa y el contacto era mucho más directo sí que había una complicidad mayor, de amistad me atrevería a decir. Les hablo de históricos como Francisco Barrachina o Eduard Servera en Son Servera; Miquel Pastor o Rafel Gili en Artà; Miquel Vaquer o Mateu Puigròs en Sant Llorenç, Toni Pastor en Manacor; Joan Antoni Ramonell en Montuïri; Antoni Muntaner en Capdepera, entre muchos otros.

Con todos me llevaba bien y nunca las siglas políticas que defendían fue impedimento para ello. Ahora, cuando veo a un político haciendo declaraciones en la televisión, me fijo en los que están alrededor como decimos en mallorquín ‘fent capades' asintiendo al jefe. Muchas veces no saben ni qué dice, pero asienten con seriedad. Les va un cargo presente o futuro. Ahora si un político no tiene una cohorte de aduladores no es nadie. Antes también los tenían, pero las ‘capades' las hacían de puertas hacia adentro. Nadie quiere ser secundario en política. Estamos a 40 grados, pero ahí fuera hace mucho frío.