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Si vivimos en un municipio que recicla las basuras, clasificándolas desde los mismos hogares donde se producen y nos trasladamos a otro que no lo hace, al retirarlas sin clasificar nos encontraremos incómodos, con la sensación de hacer algo mal. Lo mismo si paseamos por una ciudad limpia, bien iluminada y ordenada. Nos incomodará tirar papeles, o incluso una simple colilla, al suelo. El hábito en prácticas reconocidas como buenas y saludables hace que nos volvamos más ordenados y sensibles incluso a la estética.

Ciertamente, el orden lleva implícito cierta magia, como explica Marie Kondo en su libro La magia del orden. Herramientas para ordenar tu casa y tu vida. Está demostrado que «la falta de orden provoca estrés» y que «los niños que crecen en un ambiente sucio, desordenado o caótico se desarrollan más lentamente» y que «la decoración y la disposición de nuestros muebles y objetos afectan a nuestro bienestar». «Incluso –sigue– el color y el olor son determinantes».

Así lo demostró Edi Rama, pintor y alcalde de Tirana (Albania) (2000-2011), que transformó la ciudad pintando algunas fachadas con colores alegres y llamativos. En poco tiempo, incluso la delincuencia disminuyó.» «La gente dejó de echar basuras en la calle (…) y logró, también, que los ciudadanos de Tirana confiaran más en su gobierno». María Inés López-Ibor, en su reciente y muy interesante libro, titulado En busca de la alegría (editado por Espasa) observa la alegría como actitud positiva para, al fin, conquistar la felicidad.

Edi Rama, que actualmente es el primer ministro de su país, siguió los pasos de su padre, también pintor y alcalde; pero que vivió bajo el régimen comunista de Enver Hoxha, quien tuvo la ocurrencia de eliminar de su régimen la influencia del arte moderno y de la religión; prohibiendo oficialmente a Dios en el año 1967 y dinamitando más de dos mil iglesias, mezquitas y capillas, además de quemar en las calles unas 300.000 obras de arte y libros. El comunismo, en Albania, colapsó en el año 1990.
En diciembre de 2004, a Edi Rama, reconociéndosele su imaginativa política, fue nombrado mejor alcalde del mundo 2004, en la competición bienal internacional organizado por el think tank City Mayors Foundation, con sede en Londres.

Pensé en si podemos lanzar la candidatura de alguno de nuestros ediles a esa competición mundial. La del alcalde de Palma, José Hila, por ejemplo; a quien aunque no le gusten las fachadas demasiado llamativas, quizás le hiciera ilusión semejante nombramiento internacional. Pero, francamente, estimo que perderíamos el tiempo, ¿no?