El mundo actual es absolutamente agotador. Nuestros antepasados se consumían durante catorce horas diarias en una mina, semanas o meses en el mar, estación tras estación arando la tierra para extraerle su esquiva riqueza. Pero seguramente no tenían tantas estupideces en la cabeza. Al margen de los sermones repetitivos del cura del pueblo y alguna perorata pesada por parte de la suegra, sus cerebros apenas recibirían más inputs molestos. Quizá su vida estaba arropada por el sonido de las olas, los pájaros, el ladrido del perro de casa y el alborozo de los muchos críos que tenían. Se ahorraban la contaminación acústica, medioambiental y, sobre todo, mediática. No idealicemos el pasado, pero miremos con espíritu crítico el presente.
Las ‘tote bags’
Palma26/09/22 3:59
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2 comentarios
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EXCELENTE.... Gracias
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