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Las faltas de respeto a los símbolos católicos se multiplican en los últimos tiempos. Sin ir más lejos, no hace mucho una alcaldesa de un lugar de Mallorca decidió arrojar a los escombros una cruz levantada por los vecinos… los cuales se apresuraron a levantarla de nuevo. En Madrid, la Cruz del Valle de los Caídos, la más alta del mundo, corre el mismo peligro. Mientras en la capital se deshoja la margarita, cruz si, cruz no, en Alemania, en Friedenssaal, la cruz del Consejo de la Sala de la Paz del ayuntamiento de Munster, escultura de madera que cuenta con 482 años de antigüedad y ante la cual se firmó, por ejemplo, la paz de Westfalia que puso fin a la guerra de los 30 años, la imagen fue retirada con motivo de la reunión de los ministros de Asuntos Exteriores del G7 el 4 de noviembre de este año 2022. La organización se vio obligada a reconocer que la medida había sido tomada por petición expresa de la oficina de la ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, quien horas después, y ante el escándalo suscitado por tal retirada, lamentó la remoción de la cruz... Mathias von Gersdorf comentarista católico alemán, celebra la actitud de la ministra y, en cambio, se muestra decepcionado por la actitud del Obispado el cual sí reaccionó pero basó sus argumentos en tibias pinceladas políticas y no en razones evangélicas: «Antes de la cruz –subraya Gersdorf– vivíamos todos los hombres encadenados al pecado original. La muerte de Cristo en ese madero hizo saltar la cadena en mil pedazos. Cristo nos liberó con ella de la muerte, del pecado y del mal». Se puede decir más alto, pero no más claro.