El primer asesinato que sufrió Bárbara fue el de su marido, Facundo Flores Horrach. Su delito fue ser alférez al mando de la guarnición militar de Cabrera el 18 de julio de 1936. Facundo no tenía afiliación política. Era simplemente un militar que retuvo a unos pilotos porque así se lo ordenaron. Un submarino lo trasladó como prisionero a la Menorca republicana y allí una turba le golpeó, le arrancó las estrellas, le rompió las gafas y le robó la gorra.
Los otros cuatro prisioneros que le acompañaban fueron rápidamente asesinados. Facundo se salvó porque le necesitaban como oficial en la Batalla de Mallorca. Llegó a subir a una de las barcas de la expedición de Bayo pero fue reconocido y acusado de ‘traidor'. Lo volvieron a encerrar y la noche del 23 de agosto de 1936 fue asesinado a tiros y arrojado por el acantilado de s'Esperó.
Facundo siempre había tenido buena relación con sus cuñados de izquierdas. Bernat Mateu era el más activista. Fue detenido mientras tomaba café en el Centro Socialista y encerrado en la prisión de Can Mir. Bárbara, al ser ya viuda de militar, intervino por él ante el coronel Tamarit pero no le sirvió de nada. Aplicaron a Bernat la llamada ‘ley de fugas'. Todavía no ha aparecido su cuerpo.
Antoni Mateu era el hermano más idealista. Estaba afiliado a Esquerra Republicana Balear y, según los historiadores Antoni y Jaume Armengol, se aproximó al socialismo nacionalista. Fue alcalde de Inca en 1932 durante dos años. Cuanto estalló el golpe, los falangistas lo detuvieron en el Port de Pollença y lo encerraron en Can Mir con sus hermanos Llorenç y Bernat. Solo sería liberado Llorenç.
Antoni fue sometido a un Consejo de Guerra junto al alcalde de Palma, Emili Darder, el socialista Alexandre Jaume y el republicano Antoni Qués. Le acusaron de esconder en su casa documentos comunistas y conspirativos como el llamado Plan Lenin. Massot i Muntaner asegura que todas las pruebas eran falsas.
Fue fusilado al alba del 24 de febrero de 1937 en el cementerio de Palma. Vestía su mejor traje y fumaba un puro habano. Se negó a que le taparan los ojos y, entre el público de la macabra escena, pudo identificar a sus hermanos Llorenç y Bárbara. Pudieron darle el último adiós y enterrarlo en una fosa aparte. Bárbara se quedó tres objetos: un pañuelo manchado de sangre, una caja de cerillas y un cigarro.
Bárbara no tuvo hijos y cedió aquellos recuerdos a la nieta de Antoni, Maria Antònia Mateu. Ella recuerda a su tía abuela como «una persona muy seria, con carácter, debido a lo mal que lo pasó». «Fue muy duro tener esta dualidad de muertos en ambos bandos. Antoni quería mucho a Facundo y sintió profundamente su muerte». En 2001 el Ayuntamiento de Inca nombró a Antoni hijo ilustre y le dedicó una plaza.
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