Cuentan que, en la Prusia de los Hohenzollern, Federico el Grande intentó comprar un molino para derribarlo, pues le molestaba para uno de sus planes. Ante la negativa del propietario, el monarca amenazó con expropiarlo, a lo que el súbdito le contestó «Aún quedan jueces en Berlín». No consta que el ilustrado déspota cambiara leyes fundamentales o jueces para conseguir su objetivo. Por su parte, Tierno Galván, profesor y diputado y alcalde de Madrid por el PSOE, escribió en su prólogo al Espíritu de las Leyes de Montesquieu que «el germen más corruptor de un Gobierno es el poder ejecutivo, que tiende por su propia condición a rebasar los límites» (Ed. Tecnos, Madrid 1985, p. XLII).
Viene ello a cuento, no de las últimas tensiones entre el Gobierno de la Nación y el Tribunal Constitucional (TC), sino de anteriores situaciones. El TC dictaminó que los dos periodos de confinamiento decretados por el Ejecutivo habían sido anticonstitucionales; que su libertad –amigo lector– había sido limitada de forma incorrecta, igual que el cierre del Parlamento, impidiéndose el control efectivo del Gobierno por la oposición. Un hecho gravísimo que en buena parte del siglo XIX hubiera supuesto la dimisión del presidente del Gobierno.
Mi molino, Sánchez y su embudo
Palma29/12/22 0:29
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1 comentario
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Un discurs grandiloqüent que no diu res del bloqueig del PP, no hi ha pensat se veu el sr. Articulista de la reial acadèmia de la història