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La pasada semana comenzó con el lucimiento de los pezones como dedales de la ministra Belarra, en estrecho abrazo con su colega Montero, alborozadas ambas en la defensa de los errores de la ‘Ley Sisí'. Algunos tomaron esa licencia como una salida al quite para distraer la atención del respetable de la tirada de moños que se tienen ambas con la ministra Llop, a la que acusan de retroceder con sus enmiendas a la Ley de ‘La Manada'. La mala educación de algunos twitteros, le dio oportunidad a la susodicha de elevar el telotismo a materia política al decir: «Basta de avergonzar a las mujeres, basta de violencia».

Pero esa libre exhibición de atributos de la ministra no tiene parangón con el marcar paquete de Conde Pumpido en su estreno en la presidencia del TC. Rodillo para la negativa de la petición recusatoria para los cuatro magistrados implicados en el proyecto, saltándose las causas de abstención y creando una nueva doctrina. Todo para no perder el quórum y poder dar luz verde a la ley del aborto. Y más rodillo para negar la inconstitucionalidad de la ley. Vengan a mí las leyes ‘progresistas', que aquí estoy yo para blanquearlas por muy sucias que estén. Me mancho la toga y el alma si es preciso.

Todo preparado para allanar el camino de la hoja de ruta hacia la República plurinacional, en el caso de poder repetir Gobierno en las próximas elecciones. Su lema: ‘De la Ley a la arbitrariedad'.

La tendencia autoritaria del Gobierno queda plasmada precisamente en el ámbito de la Justicia. Además del control de los órganos superiores, está el empeño en gobernar a base de decretos batiendo todos los records (150 en 4 años), en perjuicio de las garantías que representa el procedimiento legislativo en el Parlamento. La situación se agrava con la trampa que utiliza el Gobierno evitando los proyectos de ley sustituyéndolos por proposiciones de ley en los que se eliminan la audiencia pública, el dictamen preceptivo de cinco órganos de consulta, y la memoria de análisis de impacto.

Lo peor es que muchas de estas leyes no tienen otro objeto que moldear la sociedad ostentando su adanismo e imponiendo sus criterios ideológicos, desligando el género de la biología, supeditando la realidad a sus ideas.