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Isabel Díaz Ayuso e Irene Montero, actuando ambas desde la soberbia y el sostenella y no enmendarla, son la evidencia de cómo la chulería gana terreno en la vida política. La primera se marchó a Israel coincidiendo con la manifestación de sanitarios en Madrid y la segunda ha decidido que no va a proponer ninguna modificación de sus desastrosa ley del ‘solo sí es sí' a su socio de Gobierno.

Ayuso, desoyendo las sugerencias de la cúpula de su partido, el PP, donde cunde la preocupación por el coste electoral de su ‘guerra' con el sector sanitario, sube el listón del encono calificando de «asqueroso» que se utilicen los ambulatorios para pedir firmas apoyando a los médicos. Dicho esto, abandona la Asamblea de Madrid para asistir a una reunión de centros concertados religiosos donde anuncia un aumento del quince por ciento de presupuesto público para gastos de funcionamiento y personal no docente. Por el contrario, los colegios públicos se tendrán que conformar con un 3,2 % y a los institutos públicos se les reducirá la partida en un 2,5 %.

Para acabar de arreglarlo, su consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, en un acto con militantes en su feudo del barrio de Salamanca, les explica que la asistencia primaria, es decir los ambulatorios, «necesitan un cambio de modelo» en el que la enfermería y las videoconsultas tendrán un papel clave.

La otra protagonista de la actualidad política, la ministra Irene Montero, sigue enrocada en las virtudes de su ley y culpando a los jueces de las escandalosas salidas de prisión de violadores y agresores sexuales. Los expertos vaticinan, además, que las gravísimas consecuencias de una legislación mal hecha se prolongarán, sin remedio, en el tiempo. Seguramente confía en que la aprobación de la legislación sobre la transexualidad va a hacer olvidar las cifras de delincuentes con sus condenas aminoradas. Son más de quinientos. Aunque en el Ministerio de Igualdad no se den por enterados.