TW
3

A nadie le gusta que le llamen gordo, pero todos sabemos cómo andamos de peso y de grasa corporal. Vamos, que cualquier persona gorda sabe que está gorda. ¿Es gordo un insulto? Yo diría que es una descripción, similar a alto, bajo, rubio, chato o encorvado. Lo que pasa es que pisamos terreno delicado y las muy sensibles pieles de la nueva generación exigen tacto de seda. Por eso los editores de Penguin han sacado el rotulador rojo y se han puesto a revisar la obra de Roald Dhal, autor de obras universales. El tipo debía ser en vida bastante irreverente –murió en 1990, justo cuando terminaba el mundo anterior a este– y en sus páginas se leen adjetivos como «enormemente gordo» y hay quien encuentra en sus letras rastros de misoginia, racismo y antisemitismo.

Hoy vemos las cosas desde otro prisma, qué duda cabe, y cuestiones sensibles como la salud mental, la apariencia física, la raza, la violencia, el género y tantas otras deben pasar no uno, sino cien tamices. Los editores de Dhal lo saben y han decidido revisar capítulo a capítulo cada una de sus novelas. Bajo el rotulador rojo desaparecerán todas las referencias controvertidas y, por ejemplo, cada gordo se convertirá, simplemente, en alguien «enorme». Si pretendemos actualizar a los valores presentes –que seguramente evolucionarán o cambiarán de aquí una década– en toda la literatura escrita hasta hoy y añadimos el teatro, el cine, las artes plásticas, las canciones... en fin, no acabaríamos nunca. ¿No sería mejor enseñar bien la historia, el desarrollo de las civilizaciones y sus valores, el por qué antes las cosas eran así y después cambiaron? Cualquier lector informado sabrá «disculpar» que un autor de otro siglo llame gordo a uno de sus personajes.