TW
2

Celebramos el 8 de marzo al tiempo que el hasta ahora país más poblado del mundo, China –a punto está India de sobrepasarle–, anuncia que combatirá la bajísima natalidad permitiendo a sus ciudadanas que tengan un tercer hijo. Me temo que Xi Jinping conoce a pocos representantes de las nuevas generaciones. ¿A cuántas jóvenes podríamos citar que deseen tener tres hijos? Las nuestras, desde luego, ni en sueños, pero me temo que las chinas todavía menos. Porque allí han salido ayer, como quien dice, de la ruralía y la pobreza y tienen ganas de vivir. Así, a lo grande. Y eso, en este mundo materialista y hedonista, significa disfrutar de la vida. Tener niños está muy bien. La mayoría de las mujeres lo desea, pero es un enorme hándicap en muchos aspectos. La carrera profesional es uno y, como derivada, la posibilidad de ganar mucho dinero. Luego están otras cuestiones quizá menores para algunos, pero muy importantes para otros, como la capacidad de disponer de tu tiempo y de tu economía para ti mismo.

Basta ver cualquier vídeo en redes sociales del street style en las ciudades chinas. ¡Incluso tibetanas! El asombro y la admiración que provocan choca de frente con esa imagen obsoleta que la mayoría de nosotros tiene de aquella sociedad lejana. Son terriblemente modernas, rompedoras y con cero aspecto maternal, aunque quienes conocen a fondo el país aseguran que, en su interior, siguen a pies juntillas las tradiciones y las antiguas creencias. Es lógico, no se transforma un mundo en tres o cuatro décadas. Pero poco les falta. Y la reflexión es extensible al resto del planeta. La mujer del siglo XXI sería una completa extraña para su bisabuela de un siglo atrás. ¿Tres hijos? Apuesto a que la mayoría no querrá ni dos.