La líder evangélica y ultraderechista Yadira Maestre participa en actos del PP de Ayuso y Feijóo. Del PP pocas cosas asombran ya, menos aun que recurra a recetas tan añejas como esa mezcla de superstición y circo que es la religión, aunque para ello para ello tenga que dejar de ser católico –una de la señas de identidad de la derecha española– por un ratito. En Madrid exhibieron a Maestre por electoralismo, pero de paso puede resultar la avanzadilla de una cierta propagación de la particular filosofía del protestantismo. Impregnar en lo posible las mentes latinas (primero americanas, después europeas), a las que se presupone poco dadas al trabajo, es un gran avance para la aceptación social del liberalismo.
Desde el siglo XVI, el protestantismo ha consistido en la adaptación del cristianismo al incipiente capitalismo renacentista. La ética protestante, como explicó Max Weber, no es sólo una justificación del capitalismo, sino un acicate para su desarrollo. Para el cristianismo protestante, la codicia deja de ser una lacra moral y pasa a ser una virtud. En América, el protestantismo se extendió por el continente desde EE. UU., sobre todo el evangelismo (una de las muchas iglesias protestantes), que mueve millones de fieles, y por tanto de votos. Le estuvo bien empleado al Vaticano, que en Sudamérica combatió a muerte la llamada teología de la liberación, de tintes izquierdistas, sólo para acabar sustituida por la importada teología de la prosperidad protestante (también denominada evangelio del éxito), conservadora en lo moral y neoliberal en lo económico, que proclama sin rubor las bondades del capital y del individualismo. Trump y Bolsonaro conocen bien el poder político del evangelismo. En España, el aggiornamento capitalista se intentó en el siglo XX a través del Opus Dei, cuya obra consistió en adaptar la antaño combatida ética calvinista/luterana al ya entonces decadente catolicismo: trabajo duro, espíritu emprendedor, racionalismo económico, afán de lucro, beneficio.
Para los protestantes los ricos son los amados de Dios, los pobres son los culpables de su situación y el dinero es, por tanto, la única medida de la bondad. Son los votos devotos de la derecha mundial.
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