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El formidable arranque de la temporada turística permite augurar alguno de los problemas que volverán al primer plano de la actualidad en los próximos meses, la mayoría derivados de la saturación de visitantes. El tema no es nuevo desde hace ya algunos años, lo lamentable es que se agrava por la inoperancia institucional y de manera muy notable del Ajuntament de Palma; no en balde la capital balear podría decirse que es el epicentro de las críticas por la llegada masiva de turistas. La cuestión es que la responsabilidad no está en los miles de turistas que recorren las calles más comerciales de la ciudad o se concentran en torno a sus edificios más emblemáticos, el problema lo causa la nefasta gestión del alcalde José Hila y la cuadrilla de concejales que forman el gobierno municipal.

Pasear por Palma deja de ser una delicia cuando se comprueba como se consiente que sea un lugar ruidoso, sucio y en el que las normas están para ser incumplidas. Donde los residentes son un decorado molesto que merece ser desalojado por cualquier medio. Me explico. Recorrer el centro garantiza la oferta de venta ambulante ilegal, espectáculos callejeros se ínfima calidad y ruidosos conciertos de más que dudosa armonía. ¿Qué vecino puede soportar durante horas a diario todo este caos? La culpa de la gentrificación no está en el turismo, está en los gestores de la ciudad.

El otro día saltaba la polémica en las redes sociales porque un grupo de chicas había decidido sacar una mesa y desayunar al sol en la plaza de Sant Jeroni, cuestión menor si se compara con el reclamo diario e interminable de una heladería que está a escasos cinco metros de la plaza de Cort que considera que machacando con ritmos latinos a los peatones –además de vaporizarlos– éstos decidirán atiborrarse de los productos del local. Así durante horas, días, semanas y meses. La tortura se prolongará hasta el mes de noviembre.

Supongo que es más sofisticado culpar al sistema de todos nuestros males, y mejor cuando llegan de fuera. Que hay que ordenar la llegada de los turistas resulta ya una obviedad –sólo Més pide las competencias aeroportuarias para Balears–, pero también no estaría de más que Amadeu Corbera, presidente del GOB –y el resto de organizaciones ecologistas y asimilados–, además de reclamar el decrecimiento en la cifra de visitantes también plantearan que el ayuntamiento pusiera orden en las calles de Palma.

El PI, la clave

La última encuesta insistía en que Proposta per les Illes (PI) seguirá sin tener representación en el Ajuntament de Palma, aunque lo peor es que lo hacía con menos apoyos que hace cuatro años. ¿Qué pasa? El PI lleva camino de quedarse en una fuerza meramente municipalista, incapaz de lograr que su electorado supere el trauma que supuso la marcha de Jaume Font. Con todo, incluso con la pérdida de fuelle autonómico –no ha logrado completar ninguna candidatura por la circunscripción de Menorca–, los regionalistas pueden ser la clave de las elecciones del 28-M; sus votos podrían ser decisivos para decantar la mayoría entre la derecha o la izquierda balear. Complicado lo tendrán Gili y Melià en pocas semanas.