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Desde que se inició la precampaña electoral y los medios suministran al público las noticias en forma de píldoras extraídas de los mítines es fácil observar que día a día se endurecen los mensajes y se amplían las promesas.

Los políticos saben que lo que supera la criba de las escaletas de los telediarios son las dos o tres frases lanzadas contra sus adversarios y por eso cultivan con entusiasmo el efímero arte de reducir las ideas a eslóganes sin más ambición que conseguir un titular. Lejos quedan las grandes piezas oratorias de antaño. Ahora, salvo excepciones, todo se reduce a un catálogo de promesas y al habitual: ‘y tú, más'.

Lo estamos viendo y escuchando estos días en boca, por ejemplo, de un Pedro Sánchez lanzado sin recato a anunciar la construcción de miles de viviendas sabedor de la precariedad que agobia a los jóvenes a la hora de buscar un piso para independizarse pero ausente al respecto del problema en los ya casi cinco años que lleva al frente del Gobierno. Debería existir un registro de las promesas que formulan los políticos durante las campañas para poder contrastar el grado de cumplimiento. O el porqué de determinados anuncios de proyectos de los que se olvidan así que pasan las elecciones. Y, en eso estamos. Pedro Sánchez puede prometer que va a ‘liberar' cincuenta mil viviendas de la Sareb a sabiendas de que más de la mitad no reúnen las condiciones para entrar a vivir y no pasa nada.

Por parecida senda de promesas aparecen los mil euros para gastos de alquiler o compra de vivienda prometidos por Alberto Núñez Feijóo. ¿Qué se puede hacer con mil euros? La verdad, poca cosa hoy en día. Son brindis al sol en los mítines que poco a poco van calentando las vísperas de la campaña electoral. Aquél gran cínico que fue el profesor Enrique Tierno Galván, el fundador del PSP que finalizó su carrera como alcalde de Madrid, aclaró cualquier posible duda sobre esta cuestión: las promesas electorales –sentenció– se hacen para no cumplirlas. Se le recuerda como un sabio.