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Vamos a votar. Tras una campaña electoral que ha sido una vorágine para los políticos y un mar de dudas para los ciudadanos, hoy es el día que presiden la urnas. El acto de abrir los colegios no deja de ser un milagro para los ciudadanos que no han olvidado que, en un tiempo no demasiado remoto, la gente no podía ejercer el derecho a votar. Puede que muchos jóvenes no le den demasiada importancia a una jornada electoral. Tenemos un déficit colectivo de memoria que impide valorar lo que ha significado conquistar la democracia.

Y es que, en la enseñanza secundaria, hay una serie de temas que no se abordan. Sería muy interesante formar a los alumnos en temáticas como la historia más reciente, la formación política, los valores humanos y la sexualidad, por ejemplo. La lista de materias pendientes podría ser más larga.

Sin embargo, nuestros jóvenes no disponen de demasiado tiempo para aprender a reflexionar, tener sentido crítico, saber argumentar sus convicciones o gestionar sus sentimientos.

Hoy muchos jóvenes habrán votado por primera vez. Algunos con ilusión, con el deseo de ejercer un derecho. Habrá quienes han renunciado a ello porque no son conscientes de lo importante que es participar en las decisiones que afectan a nuestro día a día, como individuos y como sociedad.

Votar por primera vez es uno de esos actos que nos incorporan al mundo adulto. Tenemos la oportunidad de escoger quién va a gobernar nuestras instituciones y es una decisión que implica responsabilidad. En un mundo donde la mayoría rehuye el compromiso, que tiende al individualismo y que vive sin demasiada esperanza, votar significa mucho. Significa el derecho a pronunciarnos y a decidir. Es la oportunidad de aportar un grano de arena en la construcción del futuro. Aunque vivamos tiempos complicados, vengamos de épocas duras y nos cueste ilusionarnos, no queda otra que depositar las papeletas en sus correspondientes urnas. Somos adultos, entonces demostrémoslo.