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La tómbola electoral ha cerrado y esta noche se reparten los premios. Un cierre momentáneo porque una vez resuelto en los despachos el reparto del poder en las instituciones de Baleares se reactivará la campaña con la vista puesta en la convocatoria de las elecciones generales, probablemente a final de año, salvo que, a la vista de los resultados de hoy, Pedro Sánchez decidiera que le conviene más anticipar la llamada a las urnas.

El fin de la campaña supone el reencuentro con el mundo real que nada tiene que ver con los diseños expuestos por los candidatos. Al margen de los discursos, la realidad sigue siendo, por ejemplo, la de los enfermos de cáncer que se manifiestan en Eivissa demandando una mejor atención, o las más de 260.000 personas que se encuentran en lo que se llama el umbral de la pobreza y la exclusión social, según el informe de la plataforma europea de entidades sociales, además del creciente número de vecinos que se ven obligados a retrasar el pago de su alquiler o su cuota de la hipoteca. Los problemas que vienen arrastrándose desde hace años, por unos días han encontrado propuestas y expresiones de seguridad en su solución, proposiciones que acaso sigan el destino habitual de amarillear con el paso del tiempo, como las hojas del periódico, y se queden en apunte de hemeroteca o ficha de fonoteca o de archivo de televisión. De alguna manera queda la percepción de que se ha pasado de puntillas sobre cuestiones trascendentales como el crecimiento de la población insular o el modelo económico, más allá de hablar de su cambio, sin aportar alternativa alguna, o referirse al decrecimiento turístico, o su contrario, como solución de los males, supuestos, exagerados o reales, de la primera actividad productiva de las Islas. La carestía de la vivienda sí ha ocupado espacios en las proclamas, con el objetivo de hacer llegar a los electores que ahora sí, ahora va en serio.

Si algo puede haber llamado la atención durante todo este tiempo es la considerable oferta de gratuidades de un amplio espectro de servicios y daciones monetarias para una no menos extensa relación de situaciones personales o familiares, sin que en ningún caso se haya aportado respuesta a aquella pregunta que se hacía Josep Pla al ver el derroche de luces callejeras en Nueva York: I tot això, qui ho paga? Los compromisos no han sido únicamente regionales. El Consejo de Ministros se ha implicado muy activamente en la campaña. Aunque las banderolas y carteles muestren el rostro de los candidatos locales, los dos grandes partidos han desarrollado la campaña en clave estrictamente nacional. Pedro Sánchez como un plebiscito de sus políticas, incluidas sus alianzas, y Alberto Núñez Feijóo como el paso necesario para asegurar los fundamentos del cambio en la gobernanza de España.

A la espera de conocer el efecto de uno u otro sobre los resultados, lo cierto es que los electores de Baleares tendrán que haber optado con su voto, a grandes rasgos, entre la coalición de la izquierda, Més, Podemos y el PSOE –dan por consolidada su alianza– o las propuestas del PP; o las de Vox, sin olvidar que, antes del recuento, están también Ciudadanos y el PI. A la posterior hora de los pactos, como en el fútbol, cada aficionado tiene su alineación.