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Todavía no sabemos qué es el sanchismo, ni si existe cosa tan diabólica, pero eso es secundario ante la urgente necesidad de acabar con él. Llevamos ya una semana de nueva campaña electoral, y aunque los primeros días ese adelanto pareció sorprender a todos, enseguida empezamos a escuchar las monsergas de siempre. No las de las anteriores elecciones, que ganó la derecha por paliza, sino las de siempre desde hace cinco años. Que hay que derogar el sanchismo. ¿Y cuando acaben con ese sanchismo, y lo deroguen ley a ley y decreto a decreto, qué harán? ¿Tienen alguna otra idea? ¿Acaso deberían tenerla? ¿Cuánto tiempo les llevaría cumplir esa colosal misión? ¿Y luego qué? Imposible saberlo, porque aquí las elecciones, igual que por ejemplo en EEUU, en lugar de aclarar la política y resolver conflictos, la patologizan.

Víctimas del síndrome electoral, que se caracteriza por una repulsión y fobia a la realidad, los partidos opositores pierden la chaveta, cualquier argumento racional (incluyendo mejora económica) les provoca sarpullidos mentales, y como es una patología sin tratamiento, del mundo de fantasía donde se recluyen no hay quien les saque. Han Fei (280-233 a.C.), pintor chino y filósofo legalista del periodo de los Estados Combatientes, sostenía hace miles de años que los sujetos más fáciles de pintar son los fantasmas y los demonios, porque era imposible comparar el parecido con la realidad. Así que pintó fantasmas, y redactó muchas frases axiomáticas. Ya ven dónde hemos tenido que ir para tratar de entender por qué nuestros políticos en campaña siempre pintan fantasmas y demonios inexistentes, y todo parecido entre sus discursos y la realidad es mera coincidencia.

Porque es lo más fácil, y el votante, al que también saca de quicio la realidad de cada día, lo agradece. En cuanto al síndrome electoral, patología que inexplicablemente aún no contemplan los psicólogos y a menudo se confunde con agorafobia o temor a todo, se está volviendo crónico según se amontonan las elecciones. Mal asunto para la famosa salud mental. Una semana llevamos ya en éstas, y lo único que se entiende es que hay que derrotar a los demonios sanchistas, existan o no. La izquierda bastante tiene con domeñar sus propios fantasmas. No pregunten y luego qué. Luego, el diablo sabrá.