TW
0

Sólo existe algo peor que una despedida de soltero: una despedida de soltera. Ahora bien; en ambos aquelarres se rinde culto al Belcebú del machismo más exacerbado, si bien en las de soltera se le rinde con un pequeño plus de mal gusto, y en las de soltero con mayores dosis de aburrimiento. Ahora que hay tanto debate con lo del género, asunto que obsesiona a Vox particularmente, he aquí, en estas mamarrachadas de las despedidas de solteros, un suceso en el que los géneros se confunden. La noche les confunde, como a Dinio. Si no existiera el matrimonio, no existirían las despedidas de solteros, pero es que, además, no sólo existe, sino que, al durar poco, hay cada vez más matrimonios, más gente que se casa todo el rato, generando, en consecuencia, más despedidas de solteros.

El negocio de las despedidas crece tanto como la preocupación de los ayuntamientos por la invasión de esas hordas salaces y erráticas en calles y restaurantes. Es verdad que cuando la economía andaba más floja porque entre unas cosas y otras había poco turismo y poco movimiento, los consistorios hacían la vista gorda y la hostelería daba palmas con las orejas ante la irrupción de esa gente con penes de plástico en la cabeza y muñecas hinchables de la mano, y que ahora, que todo anda petado, le empiezan a hacer ascos a semejante clientela. Y más que un hueco, pues a las casposas despedidas tradicionales, de cena con platillos de aire genital, boys, stripers y discoteca, han venido a sucederles unos packs a los que, en honor a la verdad, no le falta de nada: bicibirras, paintball, discobus, tupper sex, paint party, spa, karaoke y limusinas. Y eso no es todo, pues en aras a situar el asunto del género, tan caro a Vox, en lo más alto de la confusión, más alto de lo que Dinio pudo llegar nunca, se ofertan hasta despedidas de solteros y solteras en comandita, mixtas, que, si no me equivoco, generarán más despedidas de esas en el futuro, contribuyendo con ello a pintarlo más negro todavía.