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Gestionar la realidad de nuestro país no consiste en simplemente tramitar leyes y conseguir publicaciones de BOE con medidas que luego pueden no cumplir sus objetivos y no alcanzar a todos los ciudadanos.     

Nuestra realidad, sumergida en la mediatización de la política, necesita grandes acuerdos nacionales y grandes pactos de estado. Y éstos convienen ser contemplados a través del marketing electoral que se va a cultivar hasta el 17 de agosto; fecha prevista para que se constituyan las Cortes Generales. Además, la tan reciente participación electoral del 28-M nos está esclareciendo activamente el alcance del voto, más allá de las urnas.

Tal como en la vida misma, en este escenario electoral, las etiquetas, de izquierdas o de derechas, corren el riesgo de quedarse obstruidas en sus propias ideologías, sin ser capaces de avanzar. Consideraciones económicas, sociales y políticas de uno y otro bloque pueden ser intercambiables. Y lo importante, lo más decisivo, lo constituye la legitimidad de que el alcance del relato electoral está en la estrategia de posicionamiento. En ella, el PSOE se orienta en la clarividencia de que parece probable que no gane las elecciones. Mientras el PP apoyado en la placidez de verse como fuerza política ganadora, tiene sed de una mayoría absoluta.

En consecuencia, ambos posibles resultados tendrían sus respectivos efectos prácticos y regeneradores. Los socialistas, en la no continuidad, no tendrían que continuar cediendo poder a sus socios de izquierda y a los independentistas catalanes y vascos. Y los populares, en el cambio por hacer, tendrían una posición más de centro y alejada de la estratégica negatividad del miedo a la derecha (estrategia utilizada electoralmente también por Felipe González en 1996 y Zapatero en 2008).

Suceda lo que suceda, la regeneración política es esencial. Y lo es para llegar a pactos tan significativos (y de sentido de Estado), despertando emociones positivas, como el logro de que Barcelona no esté gobernada por el independentismo. Acción política trascendental del PP al apoyar al alcalde socialista Jaume Collboni. Recordemos que las tensiones habidas por las actuaciones del gobierno independentista de Cataluña, han despertado un importante sentimiento nacionalista en el conjunto del país. Sentimiento del que a su vez se ha nutrido Vox. Pero movimiento independentista que alimenta el ethos del conjunto de fuerzas amalgamadas en la foto de Díaz, y orientándose hacia esta cuestión con el derecho a decidir.

El ojo avizor de la fragmentación vigila el terreno para conceder la oportunidad a Abascal o a Díaz de formar parte del gobierno nacional y con una inevitable e inmediata vicepresidencia. Ambas coyunturas añadirían distancias a las posiciones entre populares y socialistas. Y muy probablemente trazarían travesías complicadas para realizar pactos, acuerdos y mantener una estabilidad política.

El 28-M ha reconocido al PP en su camino por andar con las políticas de la centralidad. Mientras que según García Page, el PSOE no solo ha abandonado el centro sino también ha comprometido los valores históricos del partido. En uno y otro caso, el 23-J se nos presenta como un proceso electoral para conseguir unos resultados de confluencia política por encima de las ideologías.