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Sánchez nos confesó su orgullo de que pasaría a la Historia como el que exhumó los restos del dictador del Valle de los Caídos. Supongo que me agradecerá que saque a Napoleón del cajón de la Historia para encontrarle algún parecido. La ambición del corso, además de llevar a más de dos millones de personas a la muerte, paralizó durante casi un siglo los logros de la Revolución. Sánchez ha removido los obstáculos para derogar el régimen del 78 y alumbrar uno nuevo, una España fragmentada unida con hilos a cortar a conveniencia.

El Gobierno de Sánchez está viciado de origen. Para conseguir el poder y mantenerse en él, se coaligó con Podemos y llegó a acuerdos con los independentistas catalanes y vascos. Como le ha recordado Rufián, humillándole, en un en debate de TVE, el presidente fue obligado a hacer lo que quisieron sus socios. Más o menos lo que afirmó Otegui hace unos días. Así, su programa nada ha tenido que ver con el anunciado en campaña. Una estafa que permitió que los separatistas consiguieran el indulto de los presos, modificaran a su gusto el Código Penal y, en consecuencia, desacreditaran a la Justicia y debilitaran el Estado.

En esta legislatura ha erosionado la división de poderes, limitado al máximo la independencia de la Justicia, debilitado los equilibrios y controles invadiendo todos los mecanismos de poder, orillando la ley o derogándola a su interés. Una mayoría de españoles lo rechazan (lo dicen las encuestas y el resultado de las elecciones del 28-M), pero si ganara las próximas elecciones, llevaría a España a un desastre no menor que el que Napoleón infligió a su país.

Otra similitud con el Emperador es que aunque al principio éste alcanzó sus metas, fue poco inteligente como gobernante, pues se destruyó a sí mismo y destrozó la nación. Sánchez también se ha salido con la suya y nos ha gobernado sin méritos conocidos, pero, como Napoleón, ha dejado al país descoyuntado y él acabará destruido por su desmesura, su arrogancia y su falta de escrúpulos. J.A. Marina dice que Napoleón soportó un exceso de genio, un exceso de fortuna y un exceso de desgracia. De Sánchez se puede decir que soportó un exceso de audacia, un exceso de cesarismo y un exceso de mentiras.