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Gracias a los amigos de Astilleros de Mallorca, y con el permiso del capitán y del armador, visité un megayate. Tenía muchas ganas de hacerlo. Todo era más o menos como me los imaginaba hasta que saltó la sorpresa. Uno de los pasillos que cruza la nave se abrió de pronto para dar lugar a un espacio minimalista, donde advertí electrodomésticos. Pregunté entonces si aquello era la cocina, y me dijeron que sí, pero que allí no cocinaban porque el armador planifica sus viajes con platos de la quinta gama. «¿Quinta gama?¿No hay un cocinero a bordo?», pregunté.«Pues no». La comida que entra ya está elaborada y se almacena. Llegado el momento, la tripulación la prepara y la sirve como si estuviera recién hecha. Comenté esta anécdota durante la cena de aniversario de la Acadèmia de la Cuina i el Vi de Mallorca, y miembros tan entendidos como BielMorell, JulioMartínez-Almoyna o Cristina Zaforteza me explicaron que la quinta gama es una tendencia que han consolidado los grandes chefs.Los platos salen perfectos del horno. Pues si en algunos megayates la cultura gastronómica está representada por minicocinas sin cocineros, también existe el otro extremo.En la misma cena, José Luis Roses Ferrer explicó que un armador con base en Mallorca hace trasladar en avión sus grandes vinos hasta los puertos donde prevé hacer escala.Por muchos estabilizadores que haya en la bodega de su velero de tres palos, no quiere que sus Petrus, Romanée-Conti oChâteau d’Yquem se mareen y pierdan propiedades con el ligero vaivén de las olas. ¿Excéntricos?No, multimillonarios.