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Vivir desligados nos convierte en seres solitarios y un tanto impasibles. Autómatas conectados a las máquinas, no hay hilo de Ariadna que nos devuelva al camino. Lo nuestro es andar desnortados. Llevamos unos veranos escuchando historias de ataques de orcas a veleros, unos cuantos más siendo visitados por medusas carabela. Hace un mes llegó al paraíso mallorquín del turismo de masas una tintorera. Por supuesto fue subida a la red que es como hoy se pesca cualquier presa. Avistada por millones de pasmados, decididos ya a cambiar de escenario, le dimos un Like. ¡Qué si no!

En la relación nativo turista se están produciendo situaciones que están alterando la cadena trófica. Les voy a narrar unos cuantos ejemplos del porqué de nuestra alteración: No solo es que las llampugas han adelanto su llegada a Mallorca, es que el despiste es tan colosal que estos peces andan preguntándose porqué están en un mar donde se cuecen y donde se han topado con algún escualo tan despistado como ellas. Aún no han llegado las medusas, o al menos no se han hablado de ellas, pero reina el mosquito tigre que no para de chuparnos la sangre y dejarnos ronchas y bultos en la piel. Al tiempo, un policía ocurrente nos pide a los de casa que nos quedemos, que aquí solo se desplazan los de afuera, los turistas. La inquina es tal que han llegado a mi buzón carteles donde turistas y medusas son la misma amenaza. Cuando el peligro somos nosotros, los indios, porque cuando nos pintamos los colores de guerra, prepárate guiri. Estamos haciendo maletas para dejarte el paraíso para ti. Ha llegado el momento de sobrevivir. Pensamos que podríamos con los cambios pero estamos acalorados, demasiado, y ya no somos seres racionales. Nosotros también vamos a contribuir con la alteración de la cadena trófica. Quédate con los atascos, con las calas saturadas, con una sardina a precio de denton, con los 30 y pico grados a la sombra, con el mar sopa y sus microplásticos, con alquileres de pisitos a precios de casoplón y, lo que es peor, sintiéndote observado de soslayo por la ranura de la persiana mallorquina, hermana de la veneciana. Tras ellas, los nativos de Venecia y de Mallorca hilan fino. Nos vamos. Ahí os quedáis. No hay quien soporte más el paraíso. Gertrude Stein, tú tuviste la culpa.

Como los políticos no han sabido atemperar los ánimos, no han adaptado medidas correctivas y han dejado que el cuerpo enferme, los indígenas ya no queremos más paliativos. Queremos buscarnos la vida digna. Nuestro ataque pasa por una actitud que encuentro en las palabras de Gabi Martínez: «Las personas solitarias y los grupos diferentes invitan a pensar en la posibilidad de cambio de una manera distinta, obligándonos a hilar tan fino que hasta podemos darnos cuenta de que a tradición y traición solo las separa una d». Pues eso, a hilar fino.