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La aritmética parlamentaria ha dejado en la mano del pastelero de Amer la llave del Gobierno de España. Esa figura grotesca en evidente declive, a la que se le acerca el fin de su inmunidad, a punto de ser extraditado y cuando su partido pierde fuerza superado por ERC, puede darle a Sánchez otra legislatura.

Junts es un partido muy complejo, poco fiable, formado por grupos contradictorios tanto en edad como en extracción social. El grupo que procede de CiU dejó de ser tal, o sea, conservador nacionalista y un bloque inexpugnable, cuando desaparecieron los dos factores que la habían sostenido: el líder carismático y el poder. Sus avezados políticos se convirtieron en firmes separatistas cuando se lo ordenó el capo.

El otro sector que habita el partido está formado por grupos de activistas más jóvenes y radicales, nacidos de las movilizaciones sociales que trajo consigo el ‘procés’ y son amigos de las decisiones unilaterales; próximos a la CUP, ya han escalado a puestos de responsabilidad en el partido. Ambos grupos están unidos por su proyecto independentista, pero en los caminos a tomar para lograrlo no parecen estar muy de acuerdo.

Puigdemont estaba preparado para la victoria del PP el 23-J y para enarbolar la matraca de que con España no hay camino a recorrer, pero un probable Gobierno de Sánchez le cambió el paso. Aunque le permitiría resolver sus cuestiones personales, desde la vuelta a España sin que tenga que enfrentarse a las acusaciones penales por los delitos conocidos y por los que están por saberse en cuanto la Agencia Tributaria meta el hocico en sus finanzas de estos años en Waterloo y, además, avanzar por el camino de la negociación hacia el objetivo final.

Pero ese fue el camino que eligió ERC, por lo cual Junts les ha considerado unos botiflers, vendidos por negociar unos indultos que Puchi nunca ha aceptado. Él, el líder moral que encarna la verdadera legitimidad de Cataluña, solo admite la amnistía porque así se daría por hecho que no delinquió, que la Justicia española le reprimió al no reconocer sus derechos y, por tanto, legitimaría el 1-O y le convertiría en víctima.

Abocado al maximalismo, no es seguro que sus contradicciones le permitan a Junts investir a Sánchez.