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El contexto existe desde siempre, desde el primer instante del Big Bang, aunque tardó bastante en inventarse. De hecho, durante milenios lo único que había era contexto, y nada de texto, por lo que la gente ni se había enterado ni le importaba un bledo tal contexto. Era lo que hay, el entorno físico, metafísico y mental, y con eso había que apechugar te gustase o no. A nadie le gustaba, pero como aún no tenía nombre, ni siquiera te podías quejar. En aquél tiempo, los quejicas y llorones estaban mal vistos, lo tenían crudo, y el contexto no toleraba victimismos. Te sacaban a patadas de la cueva. Donde el contexto, hostil y ecológico, te aniquilaba en dos días. Los gramáticos fueron los primeros en fijarse, mucho después, que incluso el sentido de las palabras depende del entorno lingüístico, y sin él nada significa nada. Palabra sacada de contexto, palabra que se pudre en pocos segundos, y además hiede. Casi se había inventado el contexto, pera faltaba el ajuste. Si las palabras exigen un contexto para ser comprendidas, los hechos también. Y las personas. Y todo. Por lo que el concepto de contexto se amplió a la maraña de circunstancias, casi infinita como suelen ser las marañas, que configura el entorno material, cultural y simbólico de cualquier hecho, idea o criatura. Que tampoco tenía sentido sin su correspondiente contexto.

Este descubrimiento fue esencial, precisamente, para poder defendernos del contexto, que lo determina todo. Que se las trae, en fin. Un filósofo español mediático y presumido, se hizo famoso asegurando que él era él y su circunstancia (su contexto), olvidando decir que eso le ocurre a todo el mundo desde el Big Bang, incluyendo ratas, unicornios y matas de habas. A estas alturas el invento del contexto está ya tan afianzado y extendido que nadie imagina cómo soportábamos aquellos milenios fuera de contexto, y la frase del tal filósofo debería ser «Yo soy yo, circunstancialmente». Gran éxito del invento, aunque sólo aparente y circunstancial. Porque muchos pensamos que es el contexto quien escribe todos los textos, incluidos los satíricos y críticos con el contexto. Tanto contextualizar no nos está protegiendo mucho del jodido contexto.