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Existen eufemismos que esconden grandes verdades. Es como cuando se empieza a curiosear entre los anuncios inmobiliarios y el agente escribe esa literatura inmobiliaria tan divertida: grandes posibilidades. Lo que significa que el piso está hecho un cisco. Lo mismo ocurre con ‘coqueto piso': mide menos de treinta metros cuadrados. También están los que advierten que «está a diez minutos de la playa». Sería posible si viajásemos en el Concorde para llegar hasta Can Pere Antoni. Y luego utilizan esas fotografías con la lente de ojo de pez en la que una cocina ínfima se convierte en una grandiosa estancia. Cada uno engaña como buenamente puede, pero los ojos avezados ya ven esas ‘red flags', es decir, esas banderas rojas a la legua.

Con Luis Rubiales se utilizaba esa pseudoliteratura para esconder lo que al final ha sido una confirmación. De él se decía, pobre, que tuvo ‘un divorcio difícil'. Lo cierto es que podemos vivir en nuestras burbujas sin enterarnos de nada y yo apenas conocía a Rubiales aunque me habían llegado ecos de la revuelta de las 15 futbolistas reivindicativas. Ese ‘divorcio difícil', sin embargo, es una bandera roja de manual. Esta semana se conoce que una sentencia le obliga a incrementar la manutención de sus hijas de 400 a 800 mensuales a cada una. El tipo gana un millón de euros al año, y su exmujer 26.000. El mismo tipo que no entiende que las futbolistas se quejen de que su salario mínimo es de 16.000 euros al año, frente a los 180.000 de base de ellos. Rubiales habría hecho mejor en esconder a sus hijas de esa bochornosa rueda de prensa, utilizándolas ante la cámara, y pagando lo que debe. Ahora no engaña ni con literatura barata.