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No fue de la noche a la mañana pero la mochila que se lleva a la espalda se incorporó al paisaje urbano. Al principio se la relacionaba más con las excursiones y hasta con los viajes largos en busca de aventuras. También, y de manera progresiva, fue sustituyendo a las carteras que llevaban chicas y chicos al colegio. Hace años se hizo popular en la tele un anuncio de Donuts en la que una voz explicaba que para ir al colegio había algo tan imprescindible como la cartera. Y eran «los donuts», según aclaraban chicas y chicos camino de la escuela. El último chaval que aparecía en pantalla se llevaba una mano a la frente y decía: «Anda, la cartera». Se la había olvidado y no así su bollo con el agujero. Las mochilas se llevaron por delante las carteras, no únicamente las que se llevaban a clase, sino también los maletines (incluidos los del dinero de sobornos) y las carteras que paseaban ministras y ministros. Todo el mundo pasea ahora con su universo colgado de la espalda, igual que Labordeta llevaba un país en la mochila. También en los autobuses. Los autobuses de algunas ciudades, no así los de Palma, llevan carteles donde se indica que está prohibido llevar la mochila en la espalda. No es un capricho ni una prohibición gratuita. Es cierto que si imperara el sentido común, el personal la llevaría en la mano cuando los buses van más llenos, algo frecuente en Palma a determinadas horas, sobre todo desde que no se paga. Mucha gente que usa el autobús no sólo no se quita la mochila, es que (seguramente) tiende a pensar que el vehículo es más pequeño de lo que es y por eso no llega a la parte de atrás, que suele ir vacía. Sí, es posible que todo fuera más ágil si (como también ocurre en otros lugares) se pudiera acceder por la puerta central. Y bueno, si en el futuro (cuando se pague) pudiera usarse la tarjeta de crédito sí que sería el no va más. Como quitarse un peso de encima.