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No hay que temer al silencio. Al principio es difícil, pero luego se notan sus beneficios.
El silencio, la soledad nos asustan y, no obstante, de ellos deriva la paz interior que tanto bien nos puede proporcionar.

Quedarnos en total silencio algunos momentos al día nos ayudará a mejorar en calidad humana y espiritual, que tanto necesitamos.

El silencio exterior e interior, nada fácil de conseguir, es el mejor medio para profundizar en nosotros mismos.

Sin silencio, vivimos distraídos y dispersos y no logramos enderezar adecuadamente el camino de nuestra existencia. Sin silencio, no conseguimos crecer como personas maduras. Sin silencio, pasamos por la vida, pero no la vivimos con plenitud. Sin silencio, nos aferramos a lo superficial y se nos escapa lo substancial.