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En 1985 debía renovarse la Comisión Europea. Después del liberal luxemburgués Gaston Thorn, Francia aspiraba a que un socialista francés presidiese la Comisión. Mitterrand propuso a su amigo Claude Cheysson, que volvía a la Comisión, como candidato a la presidencia, pero se encontró con el veto de Helmut Kohl que le consideraba ‘muy izquierdista’. Mitterrand no quería renunciar a la presidencia de la Comisión y propuso entonces al ministro de Finanzas, Jacques Delors.
Nunca un veto provocó un cambio tan grande del rumbo de la historia en Europa. Jacques Delors, que nos dejó el miércoles día 27 a la edad de 98 años, iba a convertirse en el gran arquitecto de la construcción europea, no solo en cuanto al diseño sino en cuanto a la acción. Fue un hombre de grandes convicciones y a la vez de grandes acciones, de importantes decisiones.

El simple escrutinio de lo que ocurrió en la construcción europea a lo largo de los dos mandatos de Delors entre 1985 y 1995 es abrumador: La firma en 1987 del Acta Única Europea, un paso importante hacia la Unión Europea; la ampliación y desarrollo del tratado de Schengen sobre la libre circulación de personas; el lanzamiento del programa Erasmus (en el que fue clave el comisario español Manuel Marín); la consecución en 1992 del mercado interior o mercado sin fronteras; la aprobación de su informe para la implantación de la moneda única europea; la ciudadanía europea, a iniciativa de Felipe González y sobre todo, el tratado de la Unión Europea con los pilares de justicia e interior, de política exterior y de seguridad y de la unión económica y monetaria con el fondo de cohesión para ayudar a la convergencia económica y social y con la duplicación en 1992 de los fondos estructurales.

Jacques Delors tenía una mirada firme que denotaba su compromiso con un proyecto. Cristiano, con una fuerte influencia del pensador francés, Emmanuel Mounier, hizo suyo el engagement, es decir, el compromiso no solo intelectual sino de la acción. La persona además de tener pensamientos éticamente destacados debe tener acciones solidarias o creativas que empujen a la humanidad hacia un futuro mejor. Hizo suya la causa europea y la española y se entendió muy bien con Felipe González en ese ‘compromiso’ totalmente necesario para el proyecto europeo. Pero también consiguió la complicidad de otros líderes europeos, muy especialmente de Helmut Kohl, con el que supo establecer una relación de confianza que aportaba a la vez estabilidad y financiación al futuro europeo.
La ambición de Jacques Delors y su compromiso permanente dejarán huella indeleble en la historia europea. El silencio de su despedida no debe confundirnos. Se ha apagado la vida de un gran hombre.