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Cuando vislumbras el final de los siete decenios de vida asumes que todo el mundo va a su bola y que casi todo lo demás es envoltorio. A mí me quedan unas pocas convicciones porque las asumí solemnemente en el umbral de la ancianidad, pero mi desengaño respecto a muchas cosas es más que notorio. Con todo, el psiquiatra me dice que aún conservo una dosis notable de mi congénita candidez y que eso me puede acarrear nuevos disgustos en el tramo final –no hay prisa– del largo recorrido.
Las declaraciones de los políticos me incitan a la sonrisa pero luego brota el sarcasmo y eso ya es peor. Es que a lo largo de mi carrera –ejem...– he escrito discursos para cuatro presidentes, una vice y un ministro, y por ello distingo el grano de la paja a un kilómetro. Podría haber adelantado el contenido del mensaje navideño del Rey y habría hecho pleno al 15. No hay que creerse estas cosas, ya sean las encendidas declaraciones de amor del Monarca a la Constitución o los alegatos de la Truyol en defensa de su mujería de bien. Se dice lo que toca, solo que algunos lo dicen mejor que otros. También haylos que tienen la cara de cemento armado y mienten de manera impecable y esos, como Messi, casi siempre meten el gol.

No he consultado a mi psiquiatra acerca de la posibilidad de tratar de eliminar del todo mi lado cándido o si, por el contrario, lo más conveniente sería darle dos o tres vueltas de tuerca a mi senil escepticismo. En cualquier caso en el artículo de hoy, a las puertas de un nuevo año gregoriano, me siento tentado a proclamar a los cuatro vientos que a mí no me la dan con queso. Que no me creo la santa ira de Negueruela y Apesteguia, que tengo por seguro que muchos defensores de la lengua y la cultura lo hacen por la cuenta que les tiene, y que los santos apóstoles del medioambientalismo se darían con un canto en los dientes para tener las ganancias de aquellos a los que llaman «destructores de territorio». Y que el sanedrín de féminas que ahora dirige el GOB estarían encantadas de poder pasar una semanita en el reconstruido hotel Formentor gratis total. No crean: la lucidez que da la experiencia duele casi tanto como un menisco fracturado, y yo ya no estoy para más dolores que los que me depare la masacre fisiológica propia de la fecha de mi carné de identidad.