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El progresista ama al judío. Al judío de antes de 1945. Lo ama hoy, retrospectivamente, cuando la maquinaria de exterminio nazi lo ha convertido en un paradigma de la víctima absoluta, del otro, perseguido y aniquilado en nombre de una raza superior occidental blanca, rubia y de ojos azules. Pero ni bien el superviviente pone un pie fuera de Auschwitz, la cosa se vuelve ‘más compleja'. El judío pasa a ser un nuevo nazi hasta que demuestre lo contrario...». Así empieza el capítulo 5 de La traición progresista, un libro escrito por Alejo Shapire, periodista argentino que se considera traicionado por la izquierda en la que se formó. Y su obra –editada en España por Península– es un auténtico rosario de agravios contra el progresismo actual, que justifica la censura para no ofender a los nuevos oprimidos, que ya no son los obreros ni los campesinos sino las minorías.

Del libro de Shapire me interesaron especialmente los dos capítulos que dedica a Israel y a los judíos; el citado al comienzo de este artículo se titula: ‘El antisemita perfecto' y en el mismo acusa a la ‘internacional progresista' de ver al judío como un ‘nuevo nazi‘. El periodista argentino no se apoya en opiniones o impresiones personales, sino que recurre a la documentación remitiendo al lector a enlaces de artículos, noticias o declaraciones que cualquiera puede consultar.

En el siguiente capítulo, Schapire demuestra cómo el estado de Israel se ha convertido en la ‘obsesión progresista'. Y de nuevo, apela a la documentación para demostrarlo para, al final, retar al lector con una batería de preguntas entre las que solo transcribiré la primera: «¿En qué momento el progresismo decidió que la existencia de un Estado del tamaño de la provincia de Tucumán edificado en gran parte por los supervivientes del Holocausto era la primera amenaza mundial?» Explica también la mutación que hizo posible el cambio de rumbo de una izquierda que no hace tanto se formó en los kibutzim: el nacimiento del antisionismo como una reformulación de todos los clichés del antisemitismo.

Creo que el comentario de La traición progresista –un libro de unas 150 páginas– me dará para más de un artículo sabatino. Avanzo otra frase genial, que asumo: «Palestina es la Disneylandia del periodismo actual». Os vais a enterar.