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Creo que el humano es el único animal capaz de rumiar en su cerebro pensamientos tóxicos durante años, incluso décadas, arrastrado por un torbellino de negatividad que acaba por convencerte de cualquier idea absurda. Conceptos como la venganza, el rencor, el olvido o el perdón solo caben en la mente de las personas. Y es uno de los grandes problemas de nuestra especie, aunque casi nadie le preste atención, más allá de los terapeutas, que viven de eso. Me ha venido a la cabeza al conocer el último caso de crimen machista en España porque el asesino llevaba diez años separado de la víctima y, por lo que se ve, fue completamente incapaz de rehacer su vida, de recorrer su propio camino, buscar la felicidad en otra parte. En fin, vivir. En vez de eso, ha pasado diez años en un infierno mental y acabó por buscar a la que fue su mujer, madre de sus dos hijos, y la mató a tiros en la calle, mientras ella iba acompañada por la hija de ambos. El tipejo llevaba dos fusiles de asalto, algo poco convencional, desde luego. A continuación se suicidó, dejando huérfanos y destrozados de por vida a dos muchachos de 16 y 23 años. Es un cáncer que parece incurable y afecta por igual a ricos, pobres, cultos, analfabetos, de cualquier raza y edad. Esos hombres -por llamarlos de algún modo- enarbolan la bandera de ‘la maté porque era mía', aunque esa mujer llevara una década viviendo ya otra vida. Quizá sería bueno, ya que desde hace unos años el Gobierno está interesado en transmitir parámetros de gestión emocional a los estudiantes, enseñarles técnicas para dejar de rumiar, detener el parloteo incesante de la mente que no hace más que clavarte a una realidad que no es real, empujándote a tomar pésimas decisiones.