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Alguien que se cree superior a otro por su raza o su sexo es, directamente, inferior, porque, desde luego, su cerebro falla al afirmar algo tan irracional como imposible de argumentar. Por eso, iguales todos tampoco somos, porque la estupidez y la maldad sí marcan la diferencia entre personas. Idiotas hay de todos los géneros y colores; esta sí es una realidad que cualquiera podrá constatar empíricamente. Por eso cualquier forma de discriminación y violencia es reprobable y requiere respuesta contundente de autoridades y sociedad.

No podemos permitir la xenofobia, ni el racismo, ni el machismo, ni ninguna otra marginación en ningún ámbito, incluido el deporte, que debería transmitir valores sólidos contrarios a cualquier desigualdad. Que jugadores y entrenadores tengan que aguantar insultos por ser negros o gitanos refleja un racismo inaceptable. No pueden justificarse en que son apóstrofes inofensivos basados en un simple rasgo físico, ni que deban soportarlos por sus sueldos millonarios.

Pese a que se han interpuesto denuncias en fiscalías, juzgados de instrucción y la comisión antiviolencia, nunca se ha suspendido un partido de fútbol por incidentes racistas en España, como sí ha sucedido en otros países europeos, y tampoco hay condenas penales. Sí ha habido sanciones.

Dentro o fuera de los campos, el racismo existe. En 2023, las fuerzas de seguridad registraron 1.606 incidentes de delitos de odio en España, lo que supone un aumento de un 33%, y la mayoría estuvieron relacionados con el racismo y la xenofobia. El informe de SOS Racismo del pasado año, referido a datos de 2022, habla de 740 denuncias, y lo más preocupante fueron las 130 por agresiones racistas. Su informe de 2024 incluirá por primera vez un análisis del racismo y la discriminación en el mundo del deporte.

En una sociedad avanzada no caben escenas de odio. La violencia debe desterrarse de cualquier escenario, incluidos los campos de fútbol, donde hemos visto agresiones hasta en las categorías infantiles, protagonizadas por padres que deberían educar. No cabe la intolerancia, ni la insensibilidad hacia un chaval de 24 años que rompe en llanto en una rueda de prensa, sea del equipo que sea, y sea del color que sea. Seamos civilizados.