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Cuando eres niño eres práctico. El otro día tomaba un café en el bar de la esquina de casa y echaron el resumen de un partido de fútbol por televisión. En la mesa de al lado un niño pequeño estaba junto a su padre y por la pantalla apareció una imagen de dos entrenadores saludándose antes de empezar un encuentro. Después enfocaron a dos jugadores. El niño, que tenía cara de listo, le preguntó entonces a su padre por qué a los entrenadores y a los jugadores les huele el aliento. El padre, que estaba concentrado en las páginas de Ultima Hora leyendo a Enrique Lázaro, miró a su hijo sin tener una respuesta clara y poniendo cara de póker. No sabía de qué le hablaba. Entonces el chaval le explicó que en la tele todos los entrenadores y futbolistas salen con la mano tapándose la boca para hablar y el chico entendió que es porque tienen un aliento que tira de espaldas. El padre en ese instante comprendió la pregunta y le contestó que era para que las cámaras no captaran de qué hablan. El niño se quedó pensando y de inmediato preguntó qué era tan importante para taparse la boca y que nadie llegara a saber a qué se referían. Justo en ese instante sonó el teléfono del padre y al momento ambos se marcharon. El progenitor dejó al niño con la pregunta al aire y a Lázaro a medias. Si me lo hubiese preguntado a mí le habría dicho que son cosas estúpidas del estúpido fútbol moderno. Porque al final todo se suele reducir a lo de siempre. Cuando ganas y llega el final echas al equipo atrás y cuando pierdes y se aproxima el descuento mandas balones a la olla. Yo lo que hago de vez en cuando es, cuando no me toca escribir la crónica del encuentro, taparme los ojos para no tener que aguantar partidos aburridos de entrenadores que se tapan la boca.