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El 9 de junio habrá elecciones europeas y unos 450 millones de personas elegirán 720 diputados (sin británicos ya) para el parlamento más multitudinario y plurinacional del mundo, tan difícil de manejar como un cachalote en una piscina. Que no se mueva mucho exige grandes esfuerzos y es un milagro que siga vivo siendo así que en Europa llevamos milenios matándonos, invadiéndonos y saqueándonos y no hay ahí un palmo terreno que no esté regado con la sangre de generaciones de patriotas y mártires pretéritos. Esta pequeña península de Asia, que por algo se califica de cuna de la civilización, es históricamente el lugar más belicoso de la Tierra. Esto lo sé porque tengo a la vista, colgado de la pared detrás del portátil, un gran mapa de Europa en el año mil, cuando el Sacro Imperio Romano Germánico, el Imperio Bizantino, los normandos, los sajones y Al-Andalus, que es lo que éramos nosotros, y está lleno de flechas de diferentes colores que indican las invasiones y conquistas de unos u otros, y eso que lo peor aún estaba por venir. Las fronteras eran muy flácidas entonces, salvo las de las islas; algunas naciones se inflaron mucho, mientras otras se han reducido drásticamente, y abundan los nombres de pueblos que se han quedado sin geografía propia. Así que está muy bien que ahora, en lugar de escabechinas, tengamos elecciones. Aunque eso sí, cada país las afronte a su manera, por razones internas y votando otra cosa. Aquí dicen que serán plebiscitarias entre Feijóo y Sánchez (entre nosotros todo es plebiscitario, qué murga) y que el crecimiento global de las ultraderechas ultranacionalistas (Europa vuelve a las andadas) amenaza invadir el Parlamento Europeo. A fin de abolirlo, se entiende. Este viernes empieza la campaña electoral, aunque eso no tiene importancia porque llevamos meses de campaña. Con el lógico incremento de la polarización y las posiciones políticas excéntricas (Europa siempre fue aficionada a las excentricidades), que es lo que nos hace temer que volvemos a las andadas. Ah, Europa, ese paraíso donde cada cual va a la suya. Llevo una hora mirando el mapa (las flechitas) y siento ya una fatiga histórica extraordinaria.