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La tercera acepción de la palabra sombra en el diccionario de la RAE es fantasma, espectro, espíritu, aparición de algún difunto, recuerdo borroso. Sombras más o menos tenebrosas. El psiquiatra Jung, psicoanalista pirado y padre de la psicología profunda, llamó así al arquetipo del inconsciente, esa zona sombría de la mente donde residen los impulsos primarios, las emociones básicas, el yo más desconocido. Una sombra, desde luego, un fantasma, una quimera. Aunque claro, haría falta todo un diccionario, en edición de bolsillo, para registrar las múltiples acepciones y significados de esta palabra, así como las innumerables metáforas y expresiones que ha generado a lo largo del tiempo, porque se trata de uno de esos vocablos inefables a los que no les caben encima los significados que desalojan, y además simbolizan mucho más que lo que dicen. Dices sombra y toda la página se llena de sombras. Tal exceso de sentidos la convierte en palabra favorita de las religiones y las ficciones, es decir, de la poesía y la narrativa, pródigas en toda clase de sombras. Me acuerdo ahora del Salmo 23 de la Biblia, que quizá les suene porque se repetía mucho en los westerns de John Ford. «Aunque ande en valle de sombra de muerte…» En efecto, el cine, como las sombras chinescas, es sólo asunto de luces y sombras. El manejo de las sombras también es la clave del arte pictórico, sobre todo del barroco, y dicen que los arquitectos medievales de catedrales tenían muy en cuenta dónde apuntaría la sombra del campanario. Para evitar la mala sombra, ya que la sombra también es una categoría moral. O un perseguidor; de alguien que te sigue a todas partes se dice que es tu sombra. Terrible, que te pongan una sombra. En algunas culturas, si un tipo te pisa la sombra te ofende; en otras, pese a que los monstruos siempre habitan en las sombras, el hombre sin sombra es igualmente monstruoso. En La línea de sombra, Conrad habla del paso de la juventud a la vejez. Una línea muy jodida, aunque las hay más tenebrosas. Me encanta la palabra sombra, incluso si se refiere a sombra de ojos. Por su alta densidad fantasmagórica. Y porque, si se fijan, verán que en la oscuridad no hay sombras. Ni una.