Es una lástima que tras varios milenios de civilización humana, aún no dispongamos de nombres, adjetivos y vocabulario para los olores, aparte de buenos y malos, agradables o hediondos. Para los sabores sí que tenemos varios adjetivos básicos (dulce, salado, agrio, ácido, etc) que los definen de modo esquemático, y como últimamente somos criaturas muy audiovisuales, para los sonidos y las imágenes existe un léxico abundantísimo que nos permite describir con precisión cualquier cosa que se vea o se oiga. Y por si eso fuera poco, la estética, que es una rama de la filosofía, nos explicará si tal imagen y tales sonidos son hermosos y por qué, así como si deben gustarnos o no. Los olores, en cambio, son indefinibles por definición, y sólo pueden describirse comparándolos con otros olores ya conocidos. Esto huele a meada de gato. Esto huele a frutos secos. Esta señora huele a tortilla, con un toque de ropa tendida en el patio. Este capullo huele a cubo de basura, no puede ser bueno. Los expertos en vinos, muy locuaces y explícitos en cuanto a sabores, se vuelven literarios, metafóricos y hasta metafísicos cuando intentan describir los aromas. Se les va la olla por falta de vocabulario y exceso de comparaciones.
A qué huele esto
Palma03/06/24 0:30
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