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Pues resulta que un juez extremadamente independiente se metió con la señora del presidente del Gobierno, en plena campaña electoral, y este reaccionó de nuevo con una nueva carta abierta a la ciudadanía. Con la judicatura hemos topado. De ahí la repentina afición del presidente Sánchez por el género epistolar, emulando a Pablo de Tarso (san Pablo) cuando fundó el cristianismo con media docena de cartas sermoneadoras a los corintios, los romanos, los gálatas, etc. Afición que provocó lógicamente un alud de ataques y burlas por parte de la derecha, más partidaria de los tuits tajantes que del intercambio de correspondencia. En fin, que el presidente se lo puso a huevo a sus enemigos con esa súbita pasión por dicho subgénero literario, ahora que ya nadie escribe cartas ni tiene tiempo de leerlas. Considerando que el presidente ya se comunica asiduamente con la ciudadanía mediante discursos, entrevistas, ruedas de prensa, portavoces autorizados, leyes y hasta libros autobiográficos, esa impetuosa incursión en la narrativa epistolar llama mucho la atención, nos deja pasmados, y denota un afán comunicativo muy poco común. ¡Entablar correspondencia con todos los españoles! ¡Gobernar por carta! Mejor que hacerlo por la red X, como tantos colegas dirigentes, pero no mucho mejor, dado que sus cartas también nos llegan a través de la tal X. Algunos críticos literarios ya han atribuido su frenesí epistolar al amor (por su señora), pues es conocido que ese sentimiento obliga a escribir muchas cartas, como demuestran las Cartas a Felice de Kafka, o la correspondencia íntima de Pessoa, Flaubert o incluso Freud, que dedicó a su novia Martha Bernays algunas de las 20.000 que redactó en su vida. Además, con esas cartas se pueden editar luego vastos epistolarios, algo que siempre añade mucha enjundia a la obra. De hecho, aunque hoy en declive, se trataba de un género narrativo muy prolífico, que incluye también célebres novelas epistolares. El Lazarillo, por ejemplo, sin olvidar Drácula y Frankenstein, grandes clásicos epistolares. Con razón dijo Goethe: «Si tienes un monstruo, escríbele». Y eso hace el presidente, inmune a las críticas. Igual de paso revitaliza el género.