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Está claro que en casi todo los de Vox y compañía desean regresar a los años cuarenta porque seguramente en aquellos tiempos sus familias vivían como dios y añoran ese poder ilimitado, aquellos privilegios y el tufo a naftalina e incienso. Hoy cacarean de alegría porque la Justicia les ha dado el permiso que les negó el Gobierno para rezar el rosario en las inmediaciones de la sede socialista en la madrileña calle Ferraz durante la jornada de reflexión y el mismo día de las elecciones europeas. Todos, el juez incluido, sabemos que esto no va de religión, de fe ni de vírgenes o santos. Va de cuestiones políticas, pero da igual. En el fondo está bien que cada cual rece lo que le dé la gana donde le dé la gana. Lo único que conseguirán serán burlas por parte de quienes no comparten sus creencias y algún gesto de desprecio. Pero ¿y si les creyéramos? ¿De verdad esta gente puede creer que la Virgen María inclinará los resultados electorales a su favor –la extrema derecha– para agradecerles que hayan rezado el rosario un montón de veces? Lo grotesco es que muchas de estas personas que acuden e incluso organizan este tipo de eventos provocativos y pueriles al mismo tiempo son gente bien educada, formada, con un notable poso de conocimientos. Y, sin embargo, su cerebro se rige por los cuentos chinos que alguna vez escucharon y que no transmiten más que las ideas simples y maniqueas de buenos y malos, rojos y azules, vírgenes y perdidas, dioses vengativos, castigos, ofrendas y designios divinos. Lo que desprecian como leyendas y mitos en cualquier otra tradición, creen que son verdades si se refieren a la suya. Qué pena y qué miedo. Porque no pocos mandan en la Judicatura, la política, la prensa, la universidad.