TW
0

Mañana votamos. Las europeas suelen vivirse como elecciones de segundo orden, poco relevantes, propicias para ejercer el voto protesta y también el voto friki, «divertido», gamberro, a lo Alvise o Ruiz-Mateos, lo que en otros momentos llamé voto chikilicuatre. Gran error.

El eje principal del debate europeo parece girar sobre la inmigración. La derecha y el neofascismo agitan ese fantasma, lo que no deja de ser llamativo en un contexto en el que, según la ONU, Europa necesitará en las próximas décadas sesenta millones de inmigrantes y, según el Banco de España, sólo nuestro país necesitaría veinticinco de esos millones de inmigrantes (la mitad de la población actual) si queremos mantener el estado del bienestar y cobrar la pensión, hasta un total de treinta y siete millones; es decir, tendría que haber bastantes más trabajadores foráneos que nacionales. En estas circunstancias, rechazar la inmigración parece más un torpe tiro en el pie, cuando no una puñalada por la espalda, que una propuesta política, más un ejercicio de odio que una solución a algún supuesto problema.

Esta misma semana, la presidenta italiana Meloni visitó los campos de concentración que Albania está construyendo para encarcelar a migrantes inocentes. Su acuerdo con Albania establece la construcción de dos centros de jurisdicción italiana en el país –que no está en la UE– para recluir allí a miles de migrantes. Así pues (tras las cárceles clandestinas norteamericanas), los campos de concentración han regresado a Europa. Es trágicamente posible que regresen también las palizas a disidentes, la cárcel, la muerte y el aceite de ricino de los fascistas. Hoy se está abriendo la puerta a la misma extrema derecha que hace ochenta años destruyó el continente a sangre y fuego, y, como es sabido, conviene recordar para no repetir.

Lo de mañana no es un chiste ni una gamberrada. Se enfrenta, nada menos, que la vieja Europa del colonialismo, del racismo, de las patrias, de la guerra y del fascismo frente al proyecto de una Europa socialmente justa, ecológica, tolerante, solidaria y en paz. Mañana se trata de elegir una de esas dos Europas, de no repetir lo peor de nuestra historia, así que poca broma.