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Dado que es jornada de reflexión, hoy no hablaremos de política. Imagine el lector, por un momento, que una cavilación mía hiciera que, justo en el último instante, millones de españoles, cambiaran sorprendentemente de opinión y giraran su voto, de manera que el resultado de las europeas del domingo diera un vuelco inesperado. Menuda sorpresa. Las encuestas a tomar por saco por la opinión de un triste escribano. Así que hablaremos de Begoña y su Peinado, siendo Peinado, en este caso, no el sustantivo común que se refiere la manera cómo lleva el pelo la mujer del jefe, sino el nombre propio que apunta al señor juez que ha decidido investigarla. Debe de ser una tortura aparecer, de golpe y porrazo, como culpable de un delito que aún está en el aire. Al garete la presunción de inocencia. Un funcionario del Estado deja tocada a una persona solo por las sospechas que alguien ha lanzado y que, a la espera de saber si son ciertas, con la pena de Telediario, todo se convierte en duda y, de momento, en condena mediática. En el mejor de los casos, la señora Gómez, será inocente, pero nadie le quitará el hedor. Ella, por lo menos, ha tenido medio Consejo de Ministros defendiéndola. Otros inocentes lo pasaron peor. Pero no eran socialistas ni la parienta del presi. No es lo mismo predicar que dar trigo. Otro día publicamos la lista, muchos seguro que los conocerá.