TW
1

Acaso horrorizados por el sanguinario bombardeo que hace días provocó 274 muertos y más de 400 heridos, entre ellos más de un centenar de niños, durante el rescate de cuatro rehenes israelíes, la ONU decidió meter a Israel en la lista negra de países que violan los derechos de la infancia. A lo que naturalmente Netanyahu declaró que quien está en la lista negra es la ONU, por cómplice de terroristas, que tienen el ejército más moral del mundo, y que esa declaración tendrá consecuencias. Israel contra el mundo, en fin. No es que ahora se propongan bombardear también a la ONU, porque en un alarde de moralidad eso ya lo hicieron varias veces en los últimos meses, pero ahí queda el aviso. Como además el mundo está viendo estas matanzas a diario, puede que mucha gente, muda de espanto, piense que en el democrático Israel esto antes no pasaba, y que Netanyahu es un caso raro de psicopatía. Y no, esto antes también pasaba, aunque acaso no tanto ni en medio de un silencio mundial tan sobrecogedor. Yo tengo dos años menos que el Estado de Israel, hemos crecido y envejecido a la par, y me acuerdo de todo desde antes de la dura Golda Meir, ucraniana por cierto. De Menájem Beguín, por ejemplo, líder del grupo Irgún, que en 1946, cuando Palestina era un protectorado británico, voló el Hotel Rey David, en Jerusalén, con 91 muertos que encolerizaron a Churchill. A lo que añadió después la matanza de Deir Yassin, denunciada por intelectuales judíos como el propio Einstein. Este Beguín, bielorruso, fue el sexto primer ministro de Israel, y hasta ganó el Nobel de la Paz en 1978. Otro héroe de guerra, Ariel Sharón, responsable de la gran masacre de refugiados de Chatila y Sabra en 1982, fue primer ministro en 2001. Quiero decir que Netanyahu no es una rareza, y que esto antes ya pasaba. En mi caso, es lo de toda la vida, aunque ahora no hay un Einstein que lo denuncie en el New York Times. Ni siquiera el escritor israelí David Grossman, que si lamenta que «un pueblo bueno y moral aplaste a otro», y es crítico con el Gobierno, no cree que ellos sean colonos ocupantes. «Vinimos aquí porque de aquí procedemos», asegura en entrevista reciente. Ah, esa frase. La vieja literatura.