TW
1

En noviembre de 1936, un joven mallorquín se convirtió en uno de los héroes más legendarios de la Guerra Civil. De Antoni Coll Prohens se han hecho esculturas, carteles, poesías… y hasta la madrileña calle del Congreso de los Diputados llevó su nombre. La razón: fue el primero en cazar un tanque italiano durante la defensa del Madrid republicano. Coll se atrevió a lanzarse contra aquellas máquinas de hierro que parecían invencibles y sólo con sus bombas de mano llegó a inutilizar cuatro de ellas. El prestigioso periodista Manuel Chaves Nogales escribió que Coll creó «una moral nueva, el tipo de soldado mejor y más eficaz que ha tenido la República». El resultado fue que Madrid detuvo la ofensiva y resistió durante más de dos años.

Como han explicado historiadores como Antoni Nadal, Ramon Rosselló y Bartomeu Mestre, el héroe de la capital era de Felanitx y tuvo la suerte de que el golpe militar le cogió en Barcelona. Entonces tenía solo 21 años, era militante de Esquerra Republicana Balear y había servido como sargento en Infantería de Marina. En los diarios oficiales de la República aparece que ingresó en la Guardia Civil el 22 de agosto de 1936. No se sabe bien si era miliciano o guardia civil, el caso es que en los primeros días de noviembre defendía el sur del Madrid ante la ofensiva franquista y su hazaña le convirtió en un personaje legendario. Su nombre apareció en todos los periódicos.

El diario socialista Claridad publicó: «Un guardia marina avanzó hacia los tanques cargado de bombas de mano. Tendido en el suelo, esperó a que estuviesen cerca. Las ametralladoras de los tanques disparaban ráfagas de plomo contra el bravo guardia marina. Pero este seguía esperando. Cuando los tuvo al alcance de las bombas, el guardia lanzó sus proyectiles. Los cuatro tanques facciosos quedaron inutilizados».

Solo tres días después, el personaje se convirtió en leyenda porque murió intentando repetir la gesta. Avanzaba de nuevo contra unos tanques en la zona del Cerro Blanco, en el frente del barrio de Usera, cuando cayó ametrallado. Sobre ello, el ABC republicano explicó que «los testigos del acto heroico, poseídos del mismo espíritu del camarada muerto, arreciaron su ataque en la misma forma y pronto los dos tanques restantes perdían toda eficacia y quedaban arrumbados en la carretera».

El investigador José Cabeza, de la Universidad de Valladolid, cree que todo este relato coincide demasiado con la película soviética Los marinos de Kronstadt y que, por ello, pertenece al mito de la propaganda. Duda incluso de la existencia de Coll, cuando hay infinidad de pruebas.

La realidad es que el joven mallorquín activó el entusiasmo y la confianza en la victoria en una ciudad asediada por el miedo, como haría después el francotirador Vasili Záitsev en Stalingrado. La Junta de Defensa de Madrid creó una compañía con su nombre y llenó la ciudad con carteles con su imagen. Hoy, sin embargo, ninguna calle o placa le recuerdan.

Una de las poesías que le escribieron decía: «Escribió en el Cerro Blanco, con sangre sobre la tierra, Coll, mallorquín generoso, hechos dignos de epopeya». Otra acababa así: «Aunque te lloren mujeres, estás vivo, no estás muerto. Tú nunca podrás morir, Antonio Coll, marinero, que el mar por Madrid dejaste. ¡Viva el marino del pueblo!».