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Se han manifestado 15.000 personas en Málaga por lo mismo que protestaron miles en Canarias hace meses y otros cuantos miles más en Mallorca. La España saturada hace más ruido que la vacía. Los motivos son idénticos en cualquier zona de costa, sol y turismo y todo se resume en uno: vivienda, vivienda y vivienda. Todo lo demás son añadidos molestos más o menos tolerables y se centran en la sensación de estar masificados. El asunto centra el debate en cada uno de los territorio por el que es atravesado. Sin embargo, se filtra con más dificultad a nivel nacional. Ocurre un fenómeno similar al que pasó con la vaciada en cuyos territorios no se habla de otra cosa y que solo pintan cuando aparece algo pintoresco como que León quiera ser independiente o Teruel mande diputados al Congreso.

Sucede que, entre los temas habituales de la agenda política española, los que afectan a territorios de la periferia raramente entran. Y también ocurre que se antoja muy complicado compatibilizar políticas comunes para algunos de esos territorios. A los vaciados se les ofrece como solución el turismo, abrirse y comercializar. Los saturados intentan escapar de esa receta. Del espacio sin actividad sale gente para trabajar en las zonas masificadas y, de estas hay quien se compra casas en Asturias para tomarse pausas de cuando en cuando. De ese panorama quedan al margen vascos y madrileños con sus propias lógicas y unos pocas autonomías más, pero pocas. Hay una emergencia de dos españas con necesidades distintas que, por el momento no están articuladas con suficiente coherencia. Es probable que queden ambas sepultadas en otras lógicas pero con la evolución de las dos tendencias. Las protestas en Málaga, de todas formas, sirven para recordar que Mallorca no es una excepción y algo reconforta el no ser una anomalía y ayuda a recorrer el camino.