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Elegir entre el delirante delincuente Donald Trump y el capullo octogenario Joe Biden, proveedor de bombas para la carnicería de Gaza, no es elegir. Ni siquiera es elegir sin elegir, algo habitual en nuestras crepusculares democracias. Es una broma de muy baja estofa, porque obligar a semejante disyuntiva de locos no cabe en ninguna cabeza. Basura electoral democrática. Hasta las elecciones clericales de Irán son más serias por comparación, y tras ese primer debate repulsivo que dejó a todo el mundo congelado, sólo los más optimistas se preguntan cómo es posible que en EEUU, ese país tan grande, no haya dos candidatos presidenciales que, si no presentables, al menos no nos hielen la sangre en las venas. Los menos optimistas ni se lo preguntan. Ya saben que en la democracia basura eso es algo que no nos podemos permitir. Hace 60 años, las novelas de ciencia ficción profetizaron que el mundo no perecería por una guerra atómica, sino asfixiado por incalculables masas de basura y residuos sólidos que desviarían el eje terrestre, y el planeta se iría al carajo envuelto en una negra nube tóxica. Poco después ya se empezó a hablar de televisión basura, política basura, trabajos basura y basurero global, a lo que ahora hay que añadir la basura virtual de origen tecnológico, por lo que la irrupción de la democracia basura, sin elección electoral, no tiene nada de extraño. Ya conocemos, por la Ley de Sturgeon (famoso novelista de ciencia ficción), que el 90 % de cualquier cosa es basura, pero ese pornográfico debate entre Trump y Biden, que inaugura oficialmente la era de la democracia basura, eleva el porcentaje al 100 %, puesto que no hay otra cosa que elegir. Dos sujetos siniestros, a cual más majadero. Basura hiperbólica, no euclidiana. ¿Cómo hemos podido llegar ahí? Sencillo, por acumulación incesante de basura. A la que, insisto, hay que añadir la basura virtual, no por irreal menos abrumadora. Un vertedero planetario. ¿Y no hay alternativa, no existe elección? Desde luego que sí, al menos en el menguante mundo democrático. Se puede elegir entre Donald Trump y Joe Biden, sí señor. Lo que no es elegir, pero hace las veces. Primera ley de la democracia basura. Escoger y picotear libremente en el vertedero, como las gaviotas. Aprendamos pues de las gaviotas.