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El pensador y poeta satírico portugués Alberto Pimenta escribió hace casi cincuenta años un breve pero excepcional librito, que recomiendo a cualquiera, titulado con precisión Discurso sobre el hijo-de-puta, que incluye a manera de introducción una hilarante Balada del pequeño y del gran hijo-de-puta, no por hilarante menos rigurosa, y en la que se nos informa, entre otras curiosidades, que no hay hijo de puta, por pequeño que sea, que no tenga su propia grandeza. Pues bien, así como hay, y en abundancia, hijos de puta grandes y pequeños, también hay grandes luchas por el poder, de todos conocidas, y pequeñas luchas de poder que de puro rutinarias y minúsculas, incluso microscópicas, suelen pasar inadvertidas. Pero que desde luego, tienen su propia grandeza. Y por una sencilla razón cuantitativa y numérica, que son las únicas razones que valen en democracia y en ciencia. Porque hay pequeñas luchas por el poder a millones, en todos los ámbitos, continuamente, y mientras en el mundo se libran las grandes batallas geopolíticas, financieras, mercantiles, intelectuales, jurídicas y religiosas, y cada país tiene sus propias grescas históricas a las que se añaden las de moda en cada momento, así como las procedentes de las redes sociales (luchas por el poder virtual) de las que nos enteramos por la prensa, en cada palmo de terreno (el trabajo, el hogar, la intimidad) se pelea hasta la mínima brizna de poder. Por la posición, por el espacio, por el aire, porque sí. Y esas pequeñas luchas son las que nos suelen joder la vida, porque no terminan nunca ni sirven de nada. ¿Podemos quejarnos, protestar o evitar esas pequeñas luchas por el poder que tanto nos fatigan, puesto que con las grandes ni pensarlo? No, tampoco, ni eso. Porque están también en la naturaleza, en cada grano de tierra o de agua, en el cosmos, en cualquier sitio donde haya vida. La lucha por la vida, le llaman. Es decir, que está de Dios, y todo pequeño poder aspira a ser grande mediante el forcejeo. Lo avisa Pimenta, en la página 88 de su discurso. ¿El hijo-de-puta será eterno?, Sí, todo lleva creer que sí, pues su número es innumerable. Y todos pelean siempre cada mísera molécula de poder, añado yo.