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Ya saben, lo dejó dicho Julio César respecto a su propia esposa: «Mi esposa debe de estar por encima de toda sospecha» aunque el contenido de esta frase ha llegado hasta hoy como «La mujer de César no solo debe de ser honrada sino parecerlo». Y es que Pompeya, la esposa de César, asistió a la fiesta de la Bona Dea, exclusivamente para mujeres. Un joven aristócrata se ‘coló’ disfrazado de mujer. Le sorprendieron y a partir de ahí se organizó un escándalo mayúsculo que Julio César aprovechó para repudiar a Pompeya, sobre la que recaía una sombra de sospecha.

Pensé en este episodio histórico hace un par de días, cuando Alberto Nuñez Feijóo se atrevió a decir que sobre dos jueces del Tribunal Constitucional, Juan Carlos Campo y Laura Díaz, también recaía una sombra por haber ocupado cargos en gobiernos socialistas.

Decirlo y comenzar a recibir críticas fue todo en uno, incluso la ministra Alegría le pidió que retirara sus palabras. Verán, creo que lo he escrito en otras ocasiones, la imparcialidad y la independencia se demuestran con hechos. Se puede haber militado en un partido político, pero se puede actuar con independencia a la hora de desempeñar un cargo público o institucional.

La cuestión es que, si un partido propone determinados nombres para ocupar cargos institucionales, los propuestos una vez elegidos, actúen como correa de transmisión de ese partido o cumplan con su deber que no es otro que actuar con independencia.

¿Tiene un problema de credibilidad el actual Tribunal Constitucional?. A qué engañarse, para una parte de la opinión pública lo tiene. Y la única manera de despejar esas dudas es que todos sus miembros se olviden del partido político que les propuso y tomen decisiones sin salirse de los márgenes de la Constitución. Es decir que defiendan la ley, en este caso la Constitución y no al Gobierno, a este o al que sea. No es pedir mucho ¿o si?.