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De toda la vida, los cantos de sirena se caracterizaban por ser muy seductores, igual que las propias sirenas, y dejar hechizados y turulatos, embelesados por tanta belleza, a los navegantes enamorados al instante de ellas y de su canto. Pero enamorados con locura, pues de no amarrarse al mástil, como el astuto Ulises, se les iba totalmente la olla y se lanzaban de cabeza al agua, donde perecían como capullos. De ahí el gran éxito histórico y metafórico de esos cantos de sirena, irresistibles y letales. ¿Cómo explicar entonces que los cantos de sirena actuales, incluidos los de sirenas digitales, sean ahora horrísonos chillidos sumamente desagradables, y las sirenas feas a más no poder?

Cierto que las leyendas también están sujetas al desgaste del tiempo, y que unos cuantos milenios acaban con la gracia de cualquier sortilegio, pero lo asombroso en este caso es que los cantos de sirena, perdida toda su belleza, siguen funcionando como tales y haciendo el mismo efecto, que es volver loca a la gente de puro éxtasis amoroso. Bueno, los gustos y los grandes sentimientos, igual que las leyendas, cambian con el tiempo, y quizá esto de la degeneración de los cantos de sirena no tendría demasiada importancia de no ser porque ahora toda la política, la economía, la filosofía y hasta la tecnología, consisten precisamente en cantos de sirena publicitarios, y el mundo es un incesante coro de sirenas berreando.

Nada seductoras, desde luego, pero ahí está lo increíble. Por lo visto, seducen igual. Y ya no son una alucinación esporádica, de navegantes que llevan años sin volver a casa ni pisar la tierra, sino el pan nuestro de cada día. Incluso hay cantos de sirena mecánicos, de origen robótico (de esos capaces de agravar cualquier infierno, como decía la escritora argentina Silvina Ocampo), y pronto todas las sirenas serán estructuras numéricas. Quizá las antiguas leyendas poseen un cogollo duro y persistente que nunca cambia, ni siquiera en avanzado estado de putrefacción, y eso hace que los navegantes actuales (internautas y tal), por chirriantes que sean los cantos, se lancen igualmente al agua. A mí esto me da igual, pero echo de menos los viejos cantos de sirena.