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Es un momento decisivo para el PP y en especial para su presidente nacional, Núñez Feijóo. La decisión del líder de Vox, Santiago Abascal, de romper los acuerdos de gobernabilidad con los conservadores en todas las autonomías es una ocasión de oro para marcar distancias con la ultraderecha. El tema de las diferencias en políticas migratorias no es más que un pretexto para determinar la hegemonía política de PP o Vox entre el electorado que se sitúa a la derecha del PSOE, cuestión que se quiere dirimir a modo de duelo entre los dos dirigentes estatales. Lo primero es determinar si Abascal no ha pecado de precipitación y ha cometido un error de bulto.

El avance de la extrema derecha en Europa parece que ha cegado a Abascal, que considera que ha llegado el momento de arrinconar al PP. Hay que recordar que Ciudadanos, cuando Albert Rivera fue su máximo responsable, cayó en la misma trampa y acabó como acabó. La historia es probable que se repita. Además, como ya se está confirmando, en las filas de Vox no hay unanimidad; empezando por los que se están quedando sin cargos. La tensión interna en la formación verde (viva el rey de España) está asegurada, a nadie le gusta bajarse del coche oficial y menos sin una alternativa que garantice el regreso de forma inmediata. La cúpula de Vox da la impresión de no haber medido las consecuencias reales de su gesto. Insisto, lo de las políticas migratorias es una simple excusa.

Lo que no parece haber calculado Abascal y sus conmilitones es que su futuro está ligado irremisiblemente al PP. Este pulso personal ha liberado a Feijóo de la pesada carga que suponían sus alianzas con una derecha ultramontana. Habrá que esperar a los próximos meses para determinar qué rumbo toman los gobiernos autonómicos del PP que han quedado en minoría -incluido el de Prohens en Balears-, pero en función de los acontecimientos no puede quedar en el olvido una opción: adelanto electoral. Tomar con acierto la ‘solución Ayuso' puede significar la laminación de Vox; basta ver lo que ocurrió en Madrid.

Menys turisme, més vida

La manifestación del domingo contra las consecuencias de la masificación turística será una prueba del nivel de hartazgo y preocupación de un sector de la sociedad mallorquina frente a un problema que debe abordarse con urgencia. La asistencia se puede dar por seguro que mejorará las cifras de protestas anteriores, pero lo importante es determinar su impacto real. Sería un error pensar que la solución está en espantar a los visitantes y machacar la imagen turística de la Isla en los mercados emisores, como parece que algunos pretenden. No nos equivoquemos.