TW
0

Esta cinta (Diego Ferrando, 2024) trata de una espiral de paranoia tras una pérdida. El pasado 75 aniversario de la OTAN se centró en los reveses en Ucrania. Guerra criticada por Trump -ahora crecido tras su rasguño- por la derecha antieuropeísta y por la izquierda, que no acepta la reducción de prestaciones condicionada por el mayor gasto militar. A la par que se difunde el eslogan de una agresión rusa sin razón, Stoltenberg afirma que Putin pretendía alejar a la OTAN de sus fronteras. Se alimenta la paranoia de una invasión, para justificar la compra de armas (por supuesto a los EUA). Trump lo dijo claro si no (me) compráis armas no os defenderé. Militarmente, Rusia -el país más extenso del mundo- ni quiere expandirse (lo reiteró Putin), ni dispone de ejército para ello. Lo confirmó el acuerdo de paz (abortado por Boris Johnson) al principio de la guerra. A cambio de que Ucrania no entrase en la OTAN, Rusia se retiraba a sus fronteras. Ivo Daalder, exembajador de los EUA ante la OTAN, criticó que la media de los soldados ucranianos sea 43 años. Pretende que Ucrania sacrifique también a su juventud mientras es engañada desde hace décadas con promesas de admisión a la OTAN y envíos de armas escasas, capadas y obsoletas. Los EUA ya han ganado su guerra: han desplazado a Rusia del mercado, convirtiéndose en el primer exportador de gas, petróleo y armas; obligado a Ucrania a endeudarse por décadas con sus empresas y debilitado al archienemigo ruso, que ha perdido muchas unidades de élite. Ahora toca Asia. La cumbre ha sido una pataleta de miedo a (la economía) China. Amenazas y declaración de ‘enemigo hipotético’, pese a que China no invade países y ha reiterado su neutralidad en la guerra. Nunca se ha demostrado ningún componente chino en los restos del material ruso abatido en Ucrania pero sí occidental. La creciente pujanza económica de los BRICS y el futuro incierto del dólar están en la base de buena parte de este desconsuelo.