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El 30 de abril de 1943, cuando las tropas alemanas comenzaban su lenta decadencia, un cadáver apareció flotando en Punta Umbría, en Huelva. Un pescador lo descubrió y lo llevó a la playa. Según sus credenciales era un oficial inglés de la Royal Navy llamado William Martin, vestido con uniforme, chaleco salvavidas y un paracaídas. Llevaba encima cartas a su abnegada novia Pam y recibos y facturas sin pagar, algo muy creíble entonces y ahora. Y lo más importante: un maletín atado a la cintura. Dentro, las autoridades españolas hallaron un tesoro informativo: los planes de los aliados para invadir Grecia, en lugar de Sicilia, que era la opción más esperada por Hitler. El periódico Times, de Londres, publicó la sentida muerte de William. Pero todo era un cuento chino. Los ingleses sabían que Joseph Goebbels, uno de los intocables del Führer, siempre leía ese diario. La noticia, por supuesto, llegó al Estado Mayor alemán, que pidió a los españoles una copia de los documentos del maletín. Nadie pensó que se trataba de uno de los mayores engaños de la historia: la ‘operación Mincemeat’ (carne picada, en inglés). Y Hitler picó: trasladó sus tropas a Grecia y la invasión, luego, llegó por Sicilia. Vamos, que se tragó la carne picada. Pero lo curioso de la historia es que William Martin fue un hombre que nunca existió. El cadáver, en realidad, era de un vagabundo alcohólico galés llamado Glyndwn Michael, que además de bebérselo todo también se lo comía todo, ya que murió tras ingerir raticida. Nunca supo que le vistieron de oficial y lo llevaron en submarino a España. Y lo peor, nunca le invitaron a una copa.